Mi tío
Hemos estado con mis sobrinas en la piscina, y creo que le pese a quien le pese (abuelos y otros tíos) me he convertido en el tío favorito de mi sobrina Elena. Quizás sea por que hablo con ella, le presto la atención suficiente y tenemos gustos comunes, o quizá simplemente le caigo simpático. Alguien dijo una vez que "los niños adivinan qué personas los aman. Es un don natural que con el tiempo se pierde".
Me dejo un poco apabullado, y por que no decirlo me subió un poco el ego, el ver tanta devoción por un adulto en una personita de dos años. Me hizo mucha gracia cuando al verme en plan piscinero, esto es con gorra, gafas para el sol y la mochila en la espalda para llevar toalla y bañador, quiso imitarme y ella también se puso una gorra, gafas y mochila. Estuvimos un buen rato en la piscina de los niños yo con el agua por debajo de las rodillas viéndola saltar y arrastrándola por el agua mientras se agarraba a un canuto-churro-flotador verde. Luego me demostró sus habilidades natatorias con el churro verde en la piscina de los adultos.
Volvimos a casa y tras ver un rato el DVD de El rey León comimos juntos (me hizo sentarme a su lado), me dejo descansar un poco (el tiempo que le duro la siesta) y volvimos al ataque, que si baile, que si llévame en los hombros, que si hazme el saco de patatas, que si otra vez a la piscina de los adultos, en un bucle infinito de quiero tirarme - vamos hasta la escalera del final. Tras la ración de piscina en la que incluso conocí a Fran (su profesor de natación que andaba con su mujer y su bebé), fuimos a las toallas, me dió un sonoro beso y tras decirme que me quería (cosa que dejo estupefactos a sus padres y a aquella con la que comparto mis noches) me convirtió en un bebé gigante de 91 Kg. Y estuvimos jugando un rato a la mamá y el bebé. Así hasta que se hizo la hora de marcharnos, terminar de ver El rey León, y salida a cenar con columpios incluidos, en los que pusimos en hora los relojes de la torre del tobogán, y jugamos con unos cilindros que tenían dinosaurios. Mi cuñada, encantada con el canguro y yo hecho polvo...pero mereció la pena...
Observando a John con la máquina de repente lo vi claro. El Terminator jamás se detendría, jamás le abandonaría y jamás le haría daño, ni le gritaría o se emborracharía y le pegaría, ni diría que estaba demasiado ocupado para pasar un rato con él. Siempre estaría allí y moriría para protegerle. De todos los posibles padres que vinieron y se fueron año tras año aquella cosa, aquella máquina, era el único que daba la talla. En un mundo enloquecido era la opción más sensata...
Me dejo un poco apabullado, y por que no decirlo me subió un poco el ego, el ver tanta devoción por un adulto en una personita de dos años. Me hizo mucha gracia cuando al verme en plan piscinero, esto es con gorra, gafas para el sol y la mochila en la espalda para llevar toalla y bañador, quiso imitarme y ella también se puso una gorra, gafas y mochila. Estuvimos un buen rato en la piscina de los niños yo con el agua por debajo de las rodillas viéndola saltar y arrastrándola por el agua mientras se agarraba a un canuto-churro-flotador verde. Luego me demostró sus habilidades natatorias con el churro verde en la piscina de los adultos.
Volvimos a casa y tras ver un rato el DVD de El rey León comimos juntos (me hizo sentarme a su lado), me dejo descansar un poco (el tiempo que le duro la siesta) y volvimos al ataque, que si baile, que si llévame en los hombros, que si hazme el saco de patatas, que si otra vez a la piscina de los adultos, en un bucle infinito de quiero tirarme - vamos hasta la escalera del final. Tras la ración de piscina en la que incluso conocí a Fran (su profesor de natación que andaba con su mujer y su bebé), fuimos a las toallas, me dió un sonoro beso y tras decirme que me quería (cosa que dejo estupefactos a sus padres y a aquella con la que comparto mis noches) me convirtió en un bebé gigante de 91 Kg. Y estuvimos jugando un rato a la mamá y el bebé. Así hasta que se hizo la hora de marcharnos, terminar de ver El rey León, y salida a cenar con columpios incluidos, en los que pusimos en hora los relojes de la torre del tobogán, y jugamos con unos cilindros que tenían dinosaurios. Mi cuñada, encantada con el canguro y yo hecho polvo...pero mereció la pena...
Observando a John con la máquina de repente lo vi claro. El Terminator jamás se detendría, jamás le abandonaría y jamás le haría daño, ni le gritaría o se emborracharía y le pegaría, ni diría que estaba demasiado ocupado para pasar un rato con él. Siempre estaría allí y moriría para protegerle. De todos los posibles padres que vinieron y se fueron año tras año aquella cosa, aquella máquina, era el único que daba la talla. En un mundo enloquecido era la opción más sensata...
3 comentarios
Antonio José -
La Piraña del bidé -
A.J no dudes que somos una raza única, como los inmortales, salvadores de madres exhaustas precisamente por el hecho de que nunca hemos dejado de ser niños...
Antonio Jose -
A mí, siempre me ha ocurrido eso con los niños, todo el mundo siempre me ha dicho "tienes un don", como si fuera un sanador de algo incurable, la relación entre un niño y un adulto debe de ser agotadora cuando el niño es de uno mismo. Por eso, con los de los demás, no tengo ninguno evidentemente, me gusta hacer eso, el niño y divertirme.
Tierno artículo, muy tierno.