Sola en la oscuridad
Esto podía ser una extensión del artículo en el que hablaba de mis manías. Como muchos sabéis vivimos en el último piso de nuestro bloque, y es una casa con mucha luz, el gran problema es que de vez en cuando parezco una criatura de la noche y me gusta tener la casa en penumbra, a media luz como diría Gardel.
Me resulta reconfortante estar entre sombras, además de que el sol es malísimo para el parquet y para algunas de mis plantas que no les conviene la luz directa del sol.
Normalmente suelo hacerlo cuando estoy solo y Rebeca no está. Pues es llegar ella y ya esta subiendo todas las persianas y abriendo las ventanas. Este acto suele venir acompañado de una histeria nerviosa recriminándome que si estoy todo el día encerrado, que si no me da el sol, que si hace un día precioso, que si vámonos a dar un paseo... cuando yo lo único que quería era estar tranquilo y a gusto... Luego, precisamente por aquello de que es el último piso y lo tenemos todo abierto la casa termina llenándose de insectos voladores que tengo que echar o aniquilar... como el año aquel que se coló una langosta (el año aquel de la plaga) y se estrello contra la lámpara de papel del Ikea provocando el ataque de nervios de con la que comparto mis días, o si no cuando se cuela una avispa o una abeja y entonces ya es el acabose de gritos pidiendo su ejecución...
Me resulta reconfortante estar entre sombras, además de que el sol es malísimo para el parquet y para algunas de mis plantas que no les conviene la luz directa del sol.
Normalmente suelo hacerlo cuando estoy solo y Rebeca no está. Pues es llegar ella y ya esta subiendo todas las persianas y abriendo las ventanas. Este acto suele venir acompañado de una histeria nerviosa recriminándome que si estoy todo el día encerrado, que si no me da el sol, que si hace un día precioso, que si vámonos a dar un paseo... cuando yo lo único que quería era estar tranquilo y a gusto... Luego, precisamente por aquello de que es el último piso y lo tenemos todo abierto la casa termina llenándose de insectos voladores que tengo que echar o aniquilar... como el año aquel que se coló una langosta (el año aquel de la plaga) y se estrello contra la lámpara de papel del Ikea provocando el ataque de nervios de con la que comparto mis días, o si no cuando se cuela una avispa o una abeja y entonces ya es el acabose de gritos pidiendo su ejecución...
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