El primo Luis (I)

El otro día nos fuimos a la cama y como de costumbre en estas fechas en las que todavía las noches resultan agradables abrimos la ventana de nuestra habitación, resulta que las ventanas de mi casa dan a un callejón cortado al tráfico y que decidieron tomar como centro de reunión unos chavales con sus vespinos a eso de las 2:30 de la mañana carrerita para arriba, carrerita para abajo con la vespino sin silenciador en el tubo de escape, risas a la sombra de unos litros solución rápida y beneficiosa para todos: levántate, tranquilízate y cierra las ventanas.
Al cabo del rato de sueño y cuando el calor se hacia insoportable me tuve que volver a levantar para abrir las ventanas a eso de las 5:30 o seis menos cuarto. Aprovechando los albores matutinos, también los pájaros se confabularon para ponerse a piar todos al unísono, montando una escandalera de mil pares de cojones. A pesar de conseguir que me despertara decidí dejarlo estar, en cuanto empezara a amanecer un poco más en firme los pájaros terminarían por irse. Los pájaros cedieron el turno a sus hermanas las palomas, las ratas con alas como las llaman los amigos Luis y Silvia, que aprovechan los alfeizares de mis ventanas para practicar el "ars amandi" que diría el poeta Horacio, y venga arrumaco por aquí y venga arrumaco por allá dando la barrila al personal durmiente hasta eso de las 9 de la mañana que fue cuando apareció el primo Luis.
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