Maniático de las marcas
El otro día como muchos sábados me fui a hacer la compra. Y mientras estaba allí en el supermercado, comprando las cosas que necesitábamos, y alguna que probablemente no necesitábamos, pero que me apetecía comprar, me di cuenta de que ciertos productos, o mejor dicho, ciertas marcas, conmigo lo han conseguido. Me han captado completamente. Soy un adicto a los productos de algunas marcas. Es más, no entiendo la vida sin ellos. No compro leche que no sea de una marca, pan de molde que no sea de la marca X y del modelo J, yogures o un desodorante diferente, no cambio nunca de marca de colonia o de gel de baño, ni siquiera de cuchillas de afeitar. Me joden mucho estos dependientes hiperamables y sonrientes (odio a los del Juteco) que intentan colocarte otro producto por que no tienen el que les has pedido. Siempre me acuerdo del gag aquel de Martes y Trece en el que Josema le decía a Millán aquello de le cambio su paquete de Gabriel. Y el otro, travestido de maruja, empezaba con lo de No me toque lo cohone, no me toque lo cohone...
He sido capaz de que si no tienen lo que busco en el supermercado, no comprarlo y buscarlo afanosamente en otras tiendas hasta encontrarlo. Si un producto satisface plenamente tus necesidades, en este caso las mías, ¿por qué hay que cambiar?
Hubo un tiempo en que me pasaba también con la ropa, ahora quizás ya no tanto, antes era mucho más exagerado, (aunque quizá todavía con algunas cosas sigo) pero sí con los productos de consumo habitual como son los alimenticios y los de higiene, tanto personal como del hogar. Por contra Rebeca siempre esta cambiándolo todo, de hecho muchas veces le da igual una marca que otra de lo que sea, y eso a veces es motivo de mosqueos y conflictos en la convivencia.¿Maniático, loco tal vez, enfermo, raro?
Os adjunto un artículo que publicó Arturo Pérez-Reverte allá por Febrero del 2002 en el suplemento El Semanal con el que me siento completamente identificado, para que los que, como yo, vivís estas realidades me tratéis como un cómplice y los que no, intentéis entenderme un poco...
He sido capaz de que si no tienen lo que busco en el supermercado, no comprarlo y buscarlo afanosamente en otras tiendas hasta encontrarlo. Si un producto satisface plenamente tus necesidades, en este caso las mías, ¿por qué hay que cambiar?
Hubo un tiempo en que me pasaba también con la ropa, ahora quizás ya no tanto, antes era mucho más exagerado, (aunque quizá todavía con algunas cosas sigo) pero sí con los productos de consumo habitual como son los alimenticios y los de higiene, tanto personal como del hogar. Por contra Rebeca siempre esta cambiándolo todo, de hecho muchas veces le da igual una marca que otra de lo que sea, y eso a veces es motivo de mosqueos y conflictos en la convivencia.¿Maniático, loco tal vez, enfermo, raro?
Os adjunto un artículo que publicó Arturo Pérez-Reverte allá por Febrero del 2002 en el suplemento El Semanal con el que me siento completamente identificado, para que los que, como yo, vivís estas realidades me tratéis como un cómplice y los que no, intentéis entenderme un poco...
2 comentarios
anónima -
Antonio José -
Recuerdo una anécdota que me ocurrió hace muchos años, encontré la zapatilla de deporte perfecta, con las lineas laterales perfectamente definidas, de color negro como yo siempre las había imaginado en mi mente "perfecta". Entré en el comercio y las pedí, me tocó un vendedor cachondo de estos que con una sonrisa en la boca no paran de recordarte que te confundes, y me dijo "perfecto, la talla aquí la tenemos, pero! ¿y si yo le digo que estas zapatillas no van decoradas con negro, sino con un azul marino muy oscuro?" Mi respuesta ni ensayada, fue rápida y concisa, "ah bueno, entonces no las quiero, yo venía buscando algo muy concreto", al vendedor se le tornó la sonrisa en cara de idiota y viendo como se le escapaba una buena venta, se quedó con su cajita de zapatillas en una mano y una venta menos en la otra, así es la vida.